La Procesión del Nazareno en el Lunes Santo - REAL COFRADIA DE NTRO. PADRE JESUS NAZARENO

REAL COFRADIA DE NUESTRO PADRE JESUS NAZARENO
(Cristo de Medinaceli) BILBAO
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La Procesión del Nazareno en el Lunes Santo

Historia
Discurre desde 1.953 por las calles de los barrios altos de la Villa, dentro del entorno parroquial. Es de las mas concurridas y la más esperada de toda la Semana Santa bilbaína en la que se pone claramente de manifiesto el gran fervor de las personas, que en un barrio actualmente degradado y marginado, profesan a SU CRISTO, ese CRISTO humillado, que en ese día acude a visitarlos, y esa gente, plenamente identificada con Él, le recibe ansioso con sus balcones engalanados, le cubren la carroza de flores, le besan, le rezan y le suplican, le lloran y a la vez le cantan sus mejores saetas. Todo ello hace que sea interminable una procesión de tan corto recorrido. Es el sentir de unas personas que, en la intimidad de la noche, emociona al que lo vive y hace meditar al que lo contempla.

Bien nos cabe recordar dos artículos realizados al respecto con la profesionalidad de dos eminentes periodistas, que desde sus puntos de vista plasman sus impresiones.

El que viene a continuación, escrito en 1.997 por un periodista, veterano miembro de esta Cofradía, cuya profesión la ejerció a través de los micrófonos de Radio Bilbao. Su pluma plasmó en diversos libros sus vivencias en un Bilbao del Siglo XX. Amante de la cultura y sobre todo de la Ópera, ejerció de moderador en los coloquios operísticos de la A.B.A.O. en los Salones del Ercilla. Son hechos y reflexiones vividas dentro de la procesión, casi rozando la carroza del Nazareno unas veces y otras entre el público realizando, micrófono en mano, su profesión radiofónica.
Cuando al término de la década de los cuarenta, sonó la primera saeta en el Arenal bilbaíno y fue recibida con siseos exigiendo silencio, nadie podía pensar que cincuenta años después se contarían las saetas como los goles en los partidos de fútbol. Para quien no haya presenciado el paso del Nazareno por Las Cortes, eje central del “Barrio chino” de Bilbao, es difícilmente descriptible.

La Procesión pasa por ella muy poco antes de la media noche. La carroza es un ascua de luz, que por fin ha conseguido que retorne iluminada, pese a las pausas, parones e interrupciones. Los bares, lugares de alterne y demás actividades humanas, ente este momento han cerrado ó entornado sus puertas. Los luminosos han dejado de serlo. Colchas, sábanas y colgaduras adornan los balcones.

El Cristo acaba de subir el corto trecho de la calle Zabala y se le ve. Un rumor lo anuncia.

Al girar lentamente y comenzar la calle de Las Cortes, los primeros avisan con sus exclamaciones a los demás que contemplan el discurrir de las Cofradías acompañantes. Ahora sí, el Cristo avanza entre la gente hecha multitud, tanto que le impide el paso.

Las aceras están llenas, los coches, aparcados en los dos lados, contribuyen al tapón y además frente a los coches se han colocado los últimos en llegar, que todavía angostan mas el paso. Los varales largos de las andas, pasan rozando caras y pechos. Comienza la angustia del Jefe de Paso. El Cristo se acerca al nudo activo y comercial, la zona de alterne.

Suena una saeta. Las oraciones del paso y los que lo rodean, se callan. De pronto rompiendo la primera fila de los espectadores, devotos ó curiosos, una mujer se planta frente a la Imagen y le lanza con cariño un pequeño ramo de flores, después se arrodilla, baja la cabeza y cuando la levanta está llorando.

Un enjambre de fotógrafos, como buitres ávidos de primer plano vendible, se lanzan sobre ella. Hace falta coraje para aguantar la prueba. Es la Magdalena.

Calla la saeta y la maza golpeando ordena seguir y se sigue. Con dificultad, pero se sigue.

Las otras Cofradías se alejan lentamente, nadie les impide el paso, pero al Nazareno se lo niegan; con cariño, con amor, con curiosidad, siempre con respeto, pero no le dejan pasar. Quisieran que se quedase con ellos.

Un borracho le dice piropos fuertes, a lo andaluz, lenguaje duro con pensamientos blandos y hasta amorosos. Hay que apartarlo con cuidado. De una ventana alta, llueven pétalos de rosa que no coinciden con el paso y aroman a la multitud. Es lo mismo, la intención es clara.

Unos metros más, muy pocos, una mujer alta ó un travestí guapo, coloca dos ramos, sobre los muchos más que le han dejado en las andas, a la figura doliente del Hombre maniatado.

Otro poco más, unos metros y se abre una bocacalle empinada que muestra una multitud que aprovechando el plano rampante, curiosea mejor. ¡Señor, cuanta gente!. Cuanta miseria humana y física se ve en derredor.

Cruzamos un barrio desgarrado y degradado, con población marginal en todos los sentidos. Un barrio por el que a los bilbaínos no les gusta caminar, y menos a media noche. Pero hoy es diferente. Hay una tregua. No hay policías de ninguna clase. No son necesarios. El Cristo es esperado por sus habitantes y el que venga con Él será bien recibido.

Seguimos avanzando. La calle es corta pero resulta larga. Se avanza despacio… cuando se avanza. La Cofradía se ha quedado sola, el resto del cortejo se aleja, pero a los “NAZARENOS” la gente agolpada ante el Cristo no les deja pasar. El Nazareno doliente se ha quedado solo con los suyos, los vecinos del barrio y su Cofradía.

Los pétalos de otro cesto vuelan en la noche del Lunes Santo Bilbaíno y esta vez, si cubren de nieve la negra y ondulante melena del Cristo, que parece sonreír levemente. Quizás lo haga.

Las saetas bien y mal cantadas, acompañan al Paso que pasa. Por fin, lentamente, como en reflujo, la marea humana se diluye lentamente. La cuesta abajo de la calle Conde Mirasol recibe al retrasado, siempre retrasado, cortejo.

Por San Francisco se vuelve a casa, la casa es la “Quinta Parroquia” ó la Parroquia de San Francisco de Asís, en la que se venera a ÉL, el “Cristo del Rescate”, “el Cristo de Medinaceli”, “el Nazareno” ó esta noche el “Cristo de las Magdalenas” ó el “Cristo de los Pecadores”. Un Cristo que tiene fama de realizar conversiones, de mirar y quedarse con uno para siempre.

Esto y mucho más; más hondo y más profundo, sucede y se repite en la noche del Lunes Santo, cuando por estas calles que también son de Dios, Él lo demuestra, pasa Nuestro Padre Jesús Nazareno.
José Manuel Sánchez Tirado

Este otro artículo que presentamos a continuación, está realizado por Alberto López Echevarrieta, también Cofrade experimentado, Ingeniero T. de Minas, periodista y escritor. Como periodista plasmó su pluma en la redacción de la antigua Hoja del Lunes de Bilbao, su voz a través de los micrófonos de Radio Popular de Bilbao (Herri Irratia) y en los estudios bilbaínos de R.T.V.E. Ha escrito multitud de libros con temas diversos, si bien su afición es la cinematografía en general, pero más en concreto, en investigar y trabajar el cine vasco. Su colaboración en su página del periódico Bilbao es un gran referente para los amantes del cine. Este artículo, escrito en 2.014 para una publicación zaragozana, con la agilidad que le caracteriza, plasma de manera clara lo que hoy es nuestra Procesión del Nazareno.

Lunes Santo. Faltan unos minutos para las ocho de la tarde. Las aceras inmediatas a la parroquia de San Francisco de Asís, de Bilbao, están repletas de público. En la calzada forman ya las distintas cofradías penitenciales de la Villa con sus bandas, estandartes y cofrades. Los fotógrafos y reporteros de radio y televisión apuran sus entrevistas porque intuyen que pronto va a sonar la señal de partida. En el atrio del templo, sobre andas doradas, la impresionante imagen del Cristo de Medinaceli, tal como la realizó el escultor Coullaut Valera. Sobre su túnica morada destaca el escapulario con una “S” coronada y atravesada por un clavo, distintivo de la Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que venera la imagen y todos los años, por este día, la saca en procesión por la zona más degradada de Bilbao, el “barrio rojo”.Cruzamos un barrio desgarrado y degradado, con población marginal en todos los sentidos. Un barrio por el que a los bilbaínos no les gusta caminar, y menos a media noche. Pero hoy es diferente. Hay una tregua. No hay policías de ninguna clase. No son necesarios. El Cristo es esperado por sus habitantes y el que venga con Él será bien recibido.
Son los prolegómenos que, año tras año, más de sesenta, viene dándose en la capital vizcaína en torno a una de sus procesiones más características, sinceras y emotivas. Cuesta creer que en un mundo tan materialista como el que nos ha tocado vivir aun subsistan devociones como las que suscita el Cristo de Medinaceli. O tal vez sea la consecuencia. Puntual a la hora, la banda de música de la cofradía del Nazareno hace sonar la melodía que marca el comienzo del acto religioso. Se iluminan el paso del Nazareno y el de la Magdalena, ambos propiedad de la misma hermandad penitencial que ya forma con sus hábitos y capirotes de terciopelo morados, cinturones de cuerda y sandalias o descalzos. Terminada la pieza, los centenares de personas congregadas rompen en espontáneos aplausos.

Las distintas cofradías comienzan a desfilar entre los dos pasos: Santa Eucaristía, Escolapios, Cruzados, A póstol Santiago, La Merced, Pasión, Begoña, Vera-Cruz y finalmente los Nazarenos que recogen los pasos dejando al Cristo de Medinaceli como cierre, presidiendo el cortejo. Tras las cofradías y de forma espontánea, varios cientos de espectadores se unen todos los años a la comitiva para hacer el recorrido con los encapuchados. Ha pasado una hora desde el inicio del desfile penitencial.

El paso de la procesión por un barrio en vías de reconversión, pero en el que aún se ejerce la prostitución y el tráfico de drogas, ha sido seguido siempre con enorme respeto. Las aceras rebosan un público silencioso, los puti-clubs cierran al paso de las cofradías y desde las ventanas se observa el paso de la comitiva.

El redoble de los tambores se ve cortado de pronto por el clamor que llega del balcón de una casa de citas. “¡Mira como viene el Nazareno, atado de pies y manos…!”, cantan con un sentimiento que hace llorar a les meretrices que han interrumpido su trabajo para ver, aunque sea una vez al año, a “su” Nazareno. Algunas entonan saetas. Tal vez como lo hicieron un día en su patria chica. Las hay que, en plena calle, irrumpen ante el Cristo de Medinaceli con ramos de flores que los cofrades depositan sobre las andas. Un travestí se lanza al suelo con los brazos en cruz, posiblemente prometiendo que este será su último año por aquellos andurriales.
Balcón aquí ó balcón allá, la saeta siempre sale esporádica del corazón.

Sigue la procesión por el itinerario establecido. Desde un primer piso de otro punto una señora entona “La saeta” de Serrat. Dos calés que corren por una acera detienen su marcha al oír la referencia. “¡Eh, para, que cantan al Cristo de los gitanos!”, le dice el uno al otro. Y clavan sus pies en el suelo ante la imagen. Posiblemente nunca le han mirado al “Pelos”, como le llaman cariñosamente al Nazareno, con aquellos ojos. Es el efecto de esta procesión y su impacto en un terreno social muy castigado. Y allí están para confirmarlo los centenares de fieles que siguen la procesión hasta el final, sin hábitos ni capirotes, pero con la misma fe de quienes los portan.

Finaliza el desfile penitencial en el punto de partida. Han pasado tres horas de itinerario corto, pero intenso. Un Lunes Santo más la presencia del Cristo de Medinaceli en las calles de Bilbao ha servido para tocar la fibra de muchas personas. A fin de cuentas, la conciencia es la presencia de Dios en el hombre.

Alberto López Echevarrieta
Periodista y escritor


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